sábado, 20 de septiembre de 2014

Voy a escribir

Sobre la nada que es nadie. Nada y nadie. Esto es lo que ocupa mi vida y lo que soy. Nada, no hago nada. Nadie, no soy nadie.

No tengo un sitio a donde ir, ni de donde salir. Tampoco un lugar al que volver. El vacío me ocupa y habla poco. Hablar con él es como mirar a un sitio que no existe: nunca contesta nadie. Antes estaba enfadada y luego estuve triste. Antes, hace más tiempo aún, recuerdo reírme mucho y pasarlo bien. Pero eso fue antes. Hace tiempo. Mucho tiempo. Tanto que ni me acuerdo cuándo.

No duermo mucho. Tampoco como demasiado y en apariencia vivo. Lo hago como un animal. Todavía soy capaz de pasar algunas horas haciendo ver que hago algo. Los demás parecéis asumir que es así. No preguntáis y yo no pregunto. Camino, me muevo, me alimento y estoy limpia. Con eso basta para aparentar vida. No duermo mucho porque la alerta se ha convertido en un estado permanente. Una amenaza sorda y continua que sugiere que todo puede empeorar. Y que seguramente así será.

Antes me reía pero no recuerdo porqué. Ahora ya no me río. No sabría de qué. Tampoco estoy enfadada o triste. Qué va. Eso también fue antes, cuando creí que siendo fuerte todo se arreglaría. Bueno, todo no pero sí, al menos, una parte.

Pero no. Eso no pasa y creer que pasará no tiene sentido. La nada es permanente y en ella soy nadie.

Después de triste me sentí amenazada. Supongo que fue nadie quien me amenazaba. Yo ya sabía que estaba ahí, detrás de todo. Acechaba esperando su turno tras la risa, la ira y la tristeza. Lo sabía pero hice como si no, pensando muy ingenua que si lo ignoraba dejaría de estar. Olvidé que nadie no está, que es nada y que los esfuerzos por obviarlo son inútiles. ¿Cómo girarle la cara a nadie? Es imposible.

Ahora, nadie está aquí, conmigo. Lo tengo a mi lado mientras escribo y me vigila. Puede que sea incluso nadie quién escribe en mi lugar. Yo le dejo, ya no me da miedo. Nadie, por lo menos, es absoluto y eterno, como la nada que lo acompaña. Me ha elegido y yo escribo. O quizás es él. Tanto da. No lo temo como antes me pasaba. ¿Para qué? Él estará de todos modos y, si quiere, me tendrá. Además me ha enseñado algo cierto: me dice que me acostumbre a él y que va a seguir a mi lado cuando decida que la dosis de sufrimiento ha sido suficiente. Me ha dicho, también, que puedo acabar con él cuando quiera.

Y en medio de la nada, nadie me ha reconfortado. Será desconocido pero no es esto.

Vosotros parecéis felices. Sabed, sin embargo que nadie también os espera y que nos encontraremos en él.

2 comentarios:

Xavi dijo...

Hola Marta. Un día más, como tantos otros, he caído en tu blog, ávido de leer y curiosear lo que vas compartiendo por estos rincones. Me gustaría recomendarte un par de blogs, a los que me engancho de una manera similar al tuyo y que, de algún modo, guardan algún tipo de conexión. No voy a pegar url's ni nada por el estilo. No tengo ninguna intención de espamear tu espacio. Simplemente... busca, por un lado a "joludi" y, por el otro a "sam eidan", que tiene un blog titulado K. Algún día, probablemente, los tres coincidiremos en algún rincón de esta ciudad. Sigue escribiendo, por favor. Un placer!

Marta Martín de la Cuesta dijo...

Gracias, Xavi. Haré caso de tus sugerencias.
;)
¡Y vivan los rincones de Barcelona!