lunes, 22 de septiembre de 2014

Otoño, hola

Si se me pregunta por el verano no sabré qué decir. Imposible clasificar a una de las temporadas más convulsas que recuerdo. 

En política. En familia. En trabajo. En la vida en general. 

Y qué queréis. El otoño solía ser una época tremenda: se acababa la fiesta y empezaba la emoción. Luego el otoño era un drama después de unas breves mieles. Cortas y breves. El típico síndrome postvacacional sin épocas tremendas ni emociones de principio de curso. 

Hace tiempo que las estaciones han perdido su sentido. Eso es cosa de los jóvenes que culminan hitos en cada una de ellas. Los adultos nos conformamos con que al cabo de tres primaveras, o tres otoños, o tres veranos o tres inviernos la vida interese un poco más. Una chispirrita. Que ya es. 

Hoy el otoño llega. No sé cómo será. Por el momento nos ha traído frescor y lluvia y una rutina que voy a romper cogiendo la brocha y pintando paredes. Igual es que me mola el olor a disolvente. Igual es que a falta de diazepán pues pinto paredes. Quién sabe. Igual sí. 




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