viernes, 25 de octubre de 2013

Manda huevos

que tenga que reconectar este blog para poner un poco de orden e inyectar nervio a la vida.

A saber.

El pensamiento blando que sobrevive a base de cupcakes ultrazucarados y políticamente correcto conduce a la diabetes mental.

Y, por desgracia, el pensamiento blando se ha apoderado de casi todas las manifestaciones públicas que nos asolan, desde los políticos hasta los puericultores, de los panaderos a los cirujanos, de los músicos a los ingenieros.

Hoy una le cuesta encontrar la dosis de mala leche que todos necesitamos para sobrevivir y que cualquier persona inteligente y civilizada canaliza a través del ingenio y la esgrima verbal.

Ni tono, ni nervio, ni elegancia, ni saber estar: todo una masa informe de azúcar y gelatina flotando sobre un vaso de papel con té de burbujas escrito con handscript y de tonos rosaditos.

Puaj, puaj, puaj. Quin fàstic!

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Fantômes

Ahora que se acerca la Castanyada, que es esa noche en la que a unos les da por disfrazarse de bruja y a los catalanes nos da por comer castañas y tomar moscatel a raudales, no está de más comentar sobre los fantasmas.

Un fantasma se define primero y ante todo por ser inmaterial. No tiene entidad, ni se le puede tocar. Puede parecer que sí, porque toma aspecto humano de vez en cuando. Pero no. Es etéreo y sólo aparece en la retina de algunos incautos que suelen ir demasiado felices por el mundo como para detectar los peligros de muerte mortal. Como si fueran inmunes.

El fantasma suele comportarse de una manera tramposa, que consiste en hacer trucos de prestidigitador para crear ilusiones en esos incautos que a bien tienen de verlo y que acceden a hacerle caso en una arranque de bondad absurda y de todo inexplicable para las personas coherentes y razonables.

Librarse de un fantasma no es tan fácil. Es una tarea titánica, sólo apta para los más fuertes y valientes. Normalmente, la gente lo hace poniendo otro fantasma en el lugar del primero lo que es claramente una mala práctica. Sustituir un fantasma por otro no rompe el hechizo: sólo cambia su sujeto. Los incautos son incapaces de decir al fantasma que se vaya a tomar viento y que no maree más de lo necesario, que suele ser nada, así que rara vez lo vencen. Más habitual es que el fantasma decida por su propio pie subirse a la chepa de otro incauto. En este caso podemos decir que el primer incauto ha tenido suerte y el segundo, mala.

No está nada claro que un fantasma tenga o no alma. El fantasma asegura que sí, pero la realidad es una muy otra. La realidad es que el fantasma sólo aparenta alma: gracias a sus artes ilusionistas simula pequeños destellos que asemejan a las emociones de los que sí tenemos alma. La simulación es casi perfecta y empieza a hacer aguas cuando el incauto dotado de alma rasca en busca de más profundidad. Entonces el espectro se esfuma y queda la nada, el vacío, una especie de ausencia de algo que debiera estar pero no está.

Un fantasma, como vemos, es un ser viscoso que se engancha sutilmente en los incautos destellando y lanzando encantamientos llenos de luces de colores y emociones intensas. Un ser del que es mejor huir cuando se puede, antes de que las pesadas cadenas de su inexistencia se enrosquen en el cuello y se conviertan en farragosos fardos llenos de plomo.

Queridos, cuidado. Aprended a intuir su presencia y salid nadando hacia mares más abiertos donde una benéfica corriente os deje jugar con las olas.


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Momento musical, Que Viva España, en homenaje a Manolo Escobar, que se murió ayer, y para tocar un poco los huevos a los independentistas. Total, me van a llamar facha igual.







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